Corre el año 326 de nuestra era. Elena, madre del Emperador Constantino, después del Concilio de Nicea, emprende su propia Cruzada en busca de las reliquias más próximas a la Pasión de Jesucristo. Sus pesquisas, según la leyenda, la llevan a encontrar las tres cruces (de las que la leyenda áurea la lleva a identificar la que sustentó el cuerpo de Cristo), el titulus, los clavos...
Manuel Luque se va a someter, en sus modelos en barro, al difícil espacio que suponen las esquinas del Paso del Señor. Tres figuras (de las que destaca la de la Santa) rodean la Cruz de Cristo, que es desenterrada en las cercanías del Calvario.
El juego de volúmenes, los puntos de relieve, la valentía de la composición con la distribución del espacio o la inclinación de las figuras hacia quien contemplan la escena al pasar Cristo Nazareno nos señalan la obra de Manuel, pasada a metal por Rafael Rubio, de Córdoba, como una obra destacadísima de nuestro patrimonio cofradiero andujareño, sin lugar a dudas.
El juego de volúmenes, los puntos de relieve, la valentía de la composición con la distribución del espacio o la inclinación de las figuras hacia quien contemplan la escena al pasar Cristo Nazareno nos señalan la obra de Manuel, pasada a metal por Rafael Rubio, de Córdoba, como una obra destacadísima de nuestro patrimonio cofradiero andujareño, sin lugar a dudas.
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