Estaría dispuesto a asegurar que una de las grandes huellas cofrades que dejó en nuestra Ciudad el tránsito, en Via Crucis, de la Cruz de la Juventud por nuestras parroquias y conventos fue este chorreo de cera sobre uno de los ciriales con los que la Cofradía de la Vera-Cruz rindió tributo de veneración a su Cruz alzada de plata y ámbar, revestida con la manguilla de la Parroquia de San Bartolomé Apóstol. ¡Tantísimas horas no podían dejar otra huella que ésta!
Y hablando de Cruces, ¡qué soberana es la presencia de la Cruz de guía Vera-crucera, junto a su Cruz de Solemnidades simulando una nobilísima piel de carey y argenta.
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