martes, 30 de septiembre de 2014

EL JAÉN DETENIDO

A la Jaén detenida, aunque no lo parezca, se sigue llegando según la vieja costumbre: por burocracia o por visita a algún reputado miembro de las escuela de los Asclepíades.
 
 
A la Jaén de Otoño aún se le cursan visitas los sábados a su nuevo paraninfo con el que arrancó este nuevo milenio en lo que fuera el viejo Campo de la Victoria.
 
A la encumbrada Jaén se le quiere y se la cuida, quizás, más fuera que dentro de sus fronteras. La ciudad se ha convertido, en demasiadas ocasiones, en un enorme tablero sobre el que colocar pegatinas.


 
Guarda el genio que organiza los pasos del visitante el secreto del prodigioso trazado de itinerarios que cobijan la belleza en la forma...



... al igual que encierra el olvido, el hedor a frutos marchitados y podridos junto a los solares aislados, olvidados y pestilentes al paso del visitante. La Jaén detenida tiene color amarillo aislante térmico, verde higuera y gris de chapa de crimen y castigo. Aletargada, tal vez, más muerta que viva.

 
Y, de una calle a otra, de una plaza a una plazuela, vuelve la ciudad a cobrar vida y a recuperar sus formas y maneras, al igual que volvió la luz del sol a filtrarse hasta los baños a través de su cielo de estrellas.



El viajero toma fuerzas después del repecho. Un café en la Magdalena entrecruza su mirada con aquello que los gestores turísticos señalan como más necesario en todo viaje: entrar en contacto con la población. Este manifiesto tan voceado, en el barrio jiennense de la Magdalena, ocurre si así lo desean los paisanos, con pocas ganas de presumir de sus callejuelas.


 
Entre la vida y la muerte se desenvuelven las calladas piedras de la capital del Santo Reino. El cerro sobre el que el castillo gobierna se abre paso a borbotones entre la ausencia de gentes que crucen sus vías. El casco antiguo se duerme por la mañana y no despierta hasta que los chiquillos interrumpen la última hora de la siesta.

 
Displicente en la mayoría de las ocasiones con las casas más humildes, el dinero también se detiene en palacios, conventos, antiguas universidades que se resisten al olvido gracias a la labor de quienes supieron salvaguardarlas, infundiéndoles de nuevo actividad y aire para sus pétreos pulmones.


 
Todo renace a la vida. Aunque es posible que todo termine arrasado por la vorágine de una sociedad con más ganas de percibir ayudas que de tirar, todos juntos, para adelante. Arden, por los cuatro costados, las raíces de una sociedad ordenada. Cada uno mira para lo suyo y los viejos monumentos se convierten en fachadas olvidadas, donde, una vez más, las higueras encuentran el espacio perfecto para dejar morir a su descendencia y que el hedor invada de nuevo la vida ciudadana.





 
Brotes de salvaje indolencia y protección patrimonial que da lugar a que la historia vuelva a hablar de sus moradas. ¡Pues le podéis llamar una ciudad de ida y vuelta, pero pareciera que la muralla pretende ahora derribar las casas que la cubrieron y volver a encerrar a Jaén en un ovillo de resignación y silencio! 


 
Existe un ámbito florecido, amable, moderno y regionalista a un tiempo, donde la ciudad se remansa, alisando incluso las cuestas que le dan fama y cobijo. Maravilloso espacio, ahora ocupado por todos los tribunales y ámbitos justicieros que pensarse pudiera. Un perfecto remanso de paz para que luzca uno de los más bellos azulejos del maestro de maestros.



 
En el Paseo donde estudiamos, siguen los mismos establecimientos que nos cobijaron y nos mantuvieron despiertos hasta bien entrado el viernes universitario. ¡Es de agradecer que sobrevivan los buenos!

 
¡Bendito Paseo de la Estación, siempre entre lo humano y lo divino!; Con una frontera imprecisa, propiciada por ese caudal cultural que nos ha hecho ser como somos.


 
Existen posibilidades; en el diálogo y en el trabajo en común tienen su motor para que la ciudad dirija su proa de nuevo a ese mar abierto de olivos sobre el que flota y reflota como una nueva Venecia oleícola.
 

 
¡Aunque la vegetación silvestre le ha pillado el gusto a los vallados, e igual le da las ruinas de una muralla que el peso muerto de un viejo museo abandonado que, parece, pronto recuperará su oxígeno primario!


 
Esta es la Jaén detenida en el presente. Es algo que no recogen los lienzos. Es un conjunto de personas que han de luchar, codo con codo, para que no vuelva el olvido a la bellísima ciudad del Santo Rostro.
 
¿Comenzamos de nuevo?
 
Posdata: Para no herir sensibilidades, he preferido no sacar en esta entrada ninguna imagen del difunto lagarto tranviario (d.e.V.).*
 


* Descanse en Vaciacostales

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