Cada vez encuentro más difícil volver a explicar las motivaciones a cuantos me preguntan la razón de ser de nuestras Cofradías. Leo a Javier en su Cirios y troyanos y en sus palabras encuentro razones compartidas y definidas con esa misma gramática de quien ha alcanzado idénticas seguridades. Esto mismo me ocurre junto a tantos hermanos y hermanas de Andújar que sienten la piel nazarena de la misma manera.
¡Con qué asiduidad nos insisten de la inutilidad de esta forma de entender una fe común! La edad te hace que las palabras se arrastren y no pretendan otra cosa sino asegurar a quien se atempere ante ti que esta vivencia se sostiene en todo un catecismo aprendido sobre la cátedra de tantas experiencias compartidas, asumidas por cuantos sienten la razón de ser de nuestras cofradías; experiencias, todas ellas, inolvidables.
Es una respuesta directa. Se asienta en todo un orden moral, en unos valores recibidos, comprobados y constituidos en un código identificado en cada letra leída, cada gesto recibido, cada palabra compartida y cada nota de música interpretada.
Este es el mensaje que pretendo explicar: la memoria permanente del gozo; el orgullo de compartir una raiz fuerte, viva, vital; la satisfacción de sentirse parte de un todo coherente; la levedad del tiempo... y la importancia de las Vísperas como ese calendario de vivencias imborrables al que llamamos VIDA.
¿Y yo que sé por qué nos gusta tanto?
Pero, aunque no tuviéramos estos planteamientos, nuestra existencia seguiría en toda su plenitud, porque comprendemos sus razones de ser única y distinta para cada uno, pero siempre dispuesta a ser compartida.
¡A propósito de todo esto! Hoy es miércoles; ¡tenemos PILATERÍAS!
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