Se guarda a sí mismo. Es nuestro paraiso barroco, en pleno corazón de Andújar. Estamos en el viejo hospital de San Juan de Dios, ahora convertido en la Residencia de San José de la Montaña.
Olor a la Granada de San Juan de Dios, sabor a azulejo andaluz y luz de patio que traspasa la puerta junto a su coro alto y los ojos de buey de la calle Ollerías.
Hasta el Cristo de la Caridad siente que le vuelve la vida en este espacio sagrado.
Cinco retablos retienen el aire entre sus trazas barrocas:
Así de barroca es nuestra Andújar tras las celosías de sus conventos.
Olor a la Granada de San Juan de Dios, sabor a azulejo andaluz y luz de patio que traspasa la puerta junto a su coro alto y los ojos de buey de la calle Ollerías.
Hasta el Cristo de la Caridad siente que le vuelve la vida en este espacio sagrado.
Cinco retablos retienen el aire entre sus trazas barrocas:
Altar conteniendo la imagen dieciochesca de San Juan de Dios.
Conjunto de retablos barrocos que conserva el templo.
Retablo Mayor, conteniendo la Imagen de Nuestra Señora de las Angustias entre sus columnas salomónicas, y dejando las calles laterales para las imágenes de San Rafael y San Juan de Dios, junto a los estípites externos. El manifestador embutido en él tras la postguerra, crea cierta diacronía.
Así de barroca es nuestra Andújar tras las celosías de sus conventos.
Muy bien, Manolo. Hay que divulgar hasta que nos duela la garganta y eche humo el teclado de nuestro ordenador, lo que aún nos queda. Sobre todo, este pedazo de Andújar sempiterna, este joyel barroco, ignoto para algunos que deambulan por Ollerías sin percatarse siquiera de lo que encierra la sencilla portada de su iglesia y la imagen del maestro Orea... con sus eternas palomas.
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