jueves, 18 de abril de 2013

HISTORIA DE DOS POETAS: FRAN CARRISCONDO ESQUIVEL. LA VOZ Y LA MIRADA

Confío en su mirada, la que él mismo define como:    “… esa actividad que alcanza a lo real para quedarnos con ello, introducirlo en la conciencia y someterlo al tratamiento que a cada uno de nosotros nos dicte. Y, una vez tratado, hacerlo llevar de nuevo afuera, mediante palabras estimuladas por nuestra voz.” (Francisco M. Carriscondo /2006/: Sobre la voz y la mirada. Pregón de la fiesta de San Eufrasio, Andújar).


Comparto con él ese amor por la palabra, escrita y pronunciada con la cadencia de la bocanada de aire que se aloja en los pulmones y que nos da la vida, así, inspiración a inspiración.

Nos diferencia, en cambio, el dominio y el bien hacer de su sapiencia frente a la osadía de mi ingenuidad. Por eso preciso tanto de leerle, de hojear su huella, de rememorar, de surcar de nuevo cuantos textos conservo nacidos de su verbo escrito.

Y es hoy cuando le traigo a este portal de mis sentires por primera vez, porque mis vísperas necesitan de la conversación sosegada y noble con mi amigo Francisco Manuel Carriscondo Esquivel.

Llevo tiempo sin usar, en la plenitud de su acepción, esta voz de “amigo”. Por eso es que ahora navego bajo el palio de mi memoria buscando los momentos conversados con Fran para cubrir estas superlativas atardecidas de Abril bajo el dosel de aquel preciado rincón de la amistad compartida.

Fran es amigo ganado a brazo partido por su forma de ser, por su bonhomía, por la cadencia con la que editamos vivencias en esta Andújar que sigue igual que siempre, aunque parezca tan cambiada.

Fran es mi amigo a través de cada una de las ventanas abiertas a la juventud compartida y porque el Otoño y la Primavera contienen todas las luces y todas las aguas que nos alimentan.

De todas estas veredas, siempre vuelven a la estauroteca de mi memoria las tardes de conversación, que es ese diálogo natural durante el que se formulan las cosas más ciertas. Él andaba en sus primeros versos cuando los demás nos íbamos situando frente a aquella línea de salida que nos alejaría de la ciudad o que nos vendría a alojar entre sus raíces.


 De aquellos primeros poemas, releo ahora su Tránsito V:

“Profunda es el alba
de mis sueños,
como la cama de Ulises.
El lecho del viajero,
leve susurro de garganta salada
que dicen que permanece
en viejos salones de estrellas.”

(Francisco M. Carriscondo /1993/: Infierno de tránsito. Colección “Poetas”, Diputación Provincial, Jaén)

Fran navegó hasta esa ínsula ofrecida, estableció su gobierno y sublimó Barataria para volver después a la tierra, al cobijo del Mar interior, y brindar allí lo aprendido. Hermoso estribillo para esta canción de ida y vuelta que le lleva a cruzar el Atlántico para recalar, pasadas las hojas, entre el mar y la sierra (él, siempre obsesionado con la piel oscura de una sierra de encinas, pizarra y lentisqueras, parece precisar el que los cerros del sur rompan su horizonte, se encuentre donde se encuentre).

Comparte con Mari Gracy la bitácora de las hojas escritas y por escribir, un mapamundi de leguas repletas de miradas precisas y preciosas, un Sacramento y una hermosa y pujante nueva vida: la de su hijo Rodrigo Emilio.

Hoy sueño con mi amigo Fran cosiendo palabras entre los hilvanes de una sierra pintada por el maestro Aldehuela con el compás suculento de su voz aviando ajuares de su faltriquera de emociones leídas. Porque Fran se ha leído la vida, y ahora guarda en sí todas las constelaciones que esos libros y legajos atesoran para nosotros.

De su bellísimo Pregón para la Peña “El Madroño” aprendí esta verdad sobre él: “Leo porque necesito sentir la emoción de lo que otros dicen, identificado con los hechos, las acciones, los sentimientos…” (Francisco M. Carriscondo /2002/: El Ámbito Evocado (y exaltado en un pregón), pág. 18. XXII Pregón de la Semana grande de “El Madroño”. Peña “El Madroño”, Andújar).

En estas mismas páginas encontramos esta atinada semblanza sobre el escritor:

“No sabría decir si durante la escritura el hombre pasa por un estado de trance o, más bien, de gracia. En una postura ecléctica, me quedaría con ambos. No pasa nada alrededor. Distintas emociones fluyen. Hay un cierto automatismo por el que se permite afirmar que escribe el alma. Una vez vuelto a la realidad, uno se sorprende de lo que ha escrito, y piensa cómo ha sido posible que lo haya hecho. Es una buena señal.” (Ibidem, 2002, pág. 19).

Hoy quiero anudar las cintas que ciñen el damasco al mástil de mis años con esta glosa sobre mi amigo Fran Carriscondo. En estos días de vísperas leo páginas repletas de sentimientos compartidos. El mundo se me hace un lugar un poco mejor. Dispongo mis días para la emoción, que revive y vuelve por sus fueros, y os saludo a todos como lo haría mi amigo y maestro:

“Que en esta noche Nuestra Señora la Virgen de la Cabeza los colme a todos de bendiciones” (Ibidem, 2002, pág. 13).

5 comentarios:

  1. Pero, hombre, Manuel, amigo, ¿cómo me haces esto a mí? No me merezco nada de lo que dices en tu entrada. Yo todo lo que sé del mundo cofrade, de abril y de mayo te lo debo a ti. La emoción que siento al ver una piedra, un sillar, un escudo o una gárgola es porque gente como tú, o como Rafa Frías, o como Manuel Barea me la habéis transmitido. Yo soy como soy en parte gracias a ti. Aprendí a vivir el recogimiento, la esperanza, el amor por muchas cosas. Sabes que soy sincero cuando te digo que eres un excelente escritor, que manejas el verbo y el adjetivo tanto como dominas cada una de las realidades que pertenecen al mundo cofrade, o al ámbito de la historia… Pero podrías haber dedicado el tiempo a hablar de otros amigos tuyos, seguro que mejores amigos que yo porque, al fin y al cabo, mi relación contigo en estos últimos tiempos ha sido el cultivo de un sentimiento, de una cercanía pese a la ausencia. Y es que, pese a la distancia, hay un cordón umbilical que nos une. Y ese, estoy seguro, jamás desaparecerá, así que pasen veinte vidas sin vernos. Brindaré por ti, amigo, alzaré mi copa de montilla recordándote y le pediré a nuestro Dios común y a su bendita Madre que pronto se haga el reencuentro, reposado, tal como merece la amistad sincera; madurado, como el tiempo hace con los buenos vinos. Un abrazo, hermano.

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  2. Un abrazo mío, a toda tu familia, y a todas las horas que, sin vernos, hemos sentido emociones idénticas. Estoy seguro que ese cordón umbilical es una manera de ser que compartimos, porque esa conciencia de dejar que la pasión por las cosas repose entre palabras creo que es un hermoso don que se nos concede, como el de la libertad o el de hallar la belleza en muchas cosas. Hermano de emociones (no toda mi vida está formada en dos filas, pero sí toda mi vida está ordenada entre los tramos de amigos como tú) espero que nos reencontremos muy pronto. O que, al menos, pueda salvar esta distancia marcada por el camino del sol a través de ese noble correo epistolar que precisa de tinta en los dedos, papel con la "marca de agua" del goteo de la taza del café y luz blanca de sol reflejada en la hoja blanca con sangre azul. Y estas palabras son un proemio de lo que te queremos decir tus amigos y te lo tenemos que seguir. ¡Eso te lo garantizo!

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  3. A mi me gusta como escribe Fran y gozo con su amistad que me llegó a traves de mi apdre....que bien sé que disfrutaba de sus escritos y sobre todo de su Amistad preciosa e inquebrantable.
    Un abrazo Manuel.

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  4. Fran es heraldo cabal y esmerado del arte que derrocha tu familia, Marién. No en vano, la portada de su Pregón para la Peña "El Madroño" está ilustrado por un bello dibujo de Alicia. Un abrazo, amiga mía.

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  5. De Luis, querida Marién, aprendí el arte de la sencillez y de la amistad auténtica… Aprendí, en definitiva, a pretender siempre ser mejor persona. Un abrazo fuerte, amigos.

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