A mi niña Rosario, las tardes de Otoño la cubren de azúcar blanco, de esa que sus monaguillos guardan en el rincón del sueño para volver a despertar en la mañana de un nuevo Domingo de Ramos, cuando Dios va arrojando Paz a su paso por los barandales de la mañana andujareña.
Y entre sus manos, se hace flor de Rosario el aleteo de las capas de sus nazarenos en la noche lunar del Miércoles Santo.
Costales de Paciencia y Cruz la mecen entre el zigzagueo de la cera de nuestra Sierra, y una espadaña de cuentas la saluda como la Madre más joven de este reino que el Guadalquivir gobierna.
Foto tomada del blog de
maese Miguel Villegas
Rosario, esta es la ofrenda que te reserva tu pueblo en estas vísperas otoñales, a la espera de los brotes de luna que ricen tus varales sobre la cerviz costalera.
Mi niña Rosario volverá a recorrer su Barrio en una nueva Aurora. A Ella, honor y gloria en esta jornada que la celebra en su Dolor, en su Luz, en su Gloria y en sus Gozos de Madre buena.
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