martes, 9 de octubre de 2012

AL CLAREAR LA AURORA


Si para finales de esta década celebraremos el tercer centenario de la creación de la Cofradía de los Dolores del Carmen y para dentro de dos años se cumplirá el cincuenta aniversario de la hechura de Nuestra Señora del Rosario a partir de las gubias de maese Antonio Castillo Lastrucci, venimos viendo cumplido, en cada festividad de la advocación Dominica por excelencia, el anhelo de ver pasear por las calles del Casco Antiguo andujareño a la Virgen niña de Santa María.

Tonalidades blancas la han engalanado en cada mañana de octubre en las que se ha acercado a nosotros sobre los hombros de su cuadrilla de costaleros y costaleras.

Para este año de 2012, la Señora del Santo Rosario vestía saya y manto entonados en ese color ya tradicional para la Señora en este tiempo sobre un tejido adamascado que reforzaba la finura de esta bella Imagen bendita; algo que se veía reforzado por el cárdeno fajín con marciales entorchados que remarcaba su figura. El tocado celebraba este tiempo de gozo y gloria en la veneración a la Mediadora de todas las Gracias.


Un año más, abría el cortejo el estandarte que nos muestra un viejo medallón mariano con la Imagen de una Dolorosa a la usanza andujareña. Si contemplamos este medallón detenidamente, encontramos ciertas diferencias con respecto a la iconografía que nos ha llegado de la desaparecida Imagen de Nuestra Señora de los Dolores del convento del Carmen de Andújar. Vemos como la Dolorosa del grabado de orfebrería del estandarte no presenta ninguna inclinación de cabeza, como en el caso del lienzo conservado en la capilla de la Hermandad. Asimismo sus manos se nos muestran separadas, portando, en cada una de ellas, un Rosario y un pañuelo, mientras que la Dolorosa del Convento del Carmen de Andújar, tal y como nos puestra el lienzo que presentamos en esta entrada y la fotografía conservada en la Fototeca de la Universidad de Sevilla, tiene las manos cruzadas sobre el pecho.


Creo que las diferencias quedan muy claras en estas dos imágenes. Además, se aprecia que la Imagen de orfebrería pudiera estar de pie, mientras que en el lienzo y la fotografía citada, vemos claramente que es una Dolorosa sentada, a la manera de la Virgen de los Dolores de la Cofradía Cuaresmal del Señor de la Columna, de Santiago.


Formaban parte del cortejo el Grupo Parroquial de Nuestra Señora del Carmen, de la parroquia de Santiago, en el barrio de la Lagunilla, y la Cofradía de la Santa Vera-Cruz; ambas corporaciones están hermanadas a la Cofradía de la Paciencia.






Como siempre, fue numeroso el acompañamiento de fieles que desgranaron los Misterios del Santo Rosario siguiendo el ejemplo de la Madre de Dios por algunas de las calles más históricas y elegantes de la ciudad.


Y, como cada Aurora en la que Ella viene hasta nosotros, el Sol también quiso formar parte de las galas de la Reina del Rosario. El tejido empleado en manto y saya se mostró especialmente adecuado para este momento.







Don Ángel Sánchez, sacerdote iliturgitano que ha retornado a la ciudad para desempeñar su Ministerio en las Parroquias de San Miguel y Santa María, figuraba en el cortejo como preste.


Enamorado de cuanto sucedía, ese Sol de Otoño no pudo evitar seguir a la Reina del Cielo hasta el interior de su templo de Santa María. La cintura elegantísima de la Virgen, acentuada por el fajín grana, marcaban un deje maravilloso que acrecentaba la finura de la Efigie de la Madre de Dios.


El cortejo litúrgico de esta Hermandad es siempre signo de sublime respeto, magnífica elegancia y acertado equilibrio en cuantos actos externos de Culto lleva adelante la Cofradía de la Paz, la Paciencia y el Rosario.


Iluminado, como cada vez que la Cofradía celebra sus Cultos, el Altar que cobija a las benditas Efigies del Señor de la Paz y Nuestro Padre Jesús de la Paciencia se nos mostraba fiel a aquellas fotografías conservadas de las décadas de mediados del siglo pasado. La vieja torre gótica del templo cobijaba la herencia de nuestra gente, como si el tiempo se hubiera acartonado, tomando la piel de las hojas del manuscrito de San Juan de la Cruz.



Un año más junto a Ella, un año más cumpiendo con una tradición, a mi juicio, afianzada y llena de significados purísimos, acertados, necesarios para nuestra forma de creer, bellísimos en su contenido y en sus formas... ¡huella exacta de la forma de ser que nos enseñaron nuestros mayores, que hemos asumido y que procuraremos seguir transmitiendo a nuestros hijos e hijas!

En esa mañana habría de llegar otro encuentro anhelado, deseado y precioso, sin lugar a dudas; junto a María Santísima del Buen Remedio:


Y, como epílogo, y al igual que cada año, una cita en el Altozano de Santo Domingo con una de las más sólidas muestras de nuestra Dieta Mediterránea...

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