martes, 17 de abril de 2012

QUIEN TE HACE REINA Y SANTA


Ella es Luna que refleja la Luz y Él es la Luz que quiso nacer de Ella.

El divino Infante vive, en brazos de la Gloria, un aparente "olvido" entre los fieles devotos de su Madre. No solo aquí, con nuestra Virgen de la Cabeza, sino que esta singularidad es causa común en cuantas advocaciones de la Madre de Dios se celebran en nuestra Tierra. En lugares de contrastada liturgia y con un efectivo "magisterio cofradiero" se impuso el vitor llamado a reconciliar este amor supremo que sentimos hacia la Madre, y así, se extiende la voz: "!que viva la Madre de Dios!" como cierre a tantas plegarias. ¡Sabio recordatorio!

La fotografía que encabeza esta entrada es una Imagen que debería ser poco promovida, pero que encandila, de manera especial, a un elevado número de fieles, pues muestra el trabajo del maestro Navas Parejo en todo su acabado, una finalización que expresa, de manera clara, esa condición de ser esta representación del Divino Redentor y de su Bienaventurada Madre una escultura pensada para ser mostrada con sus vestiduras reales.

Si la Iconografía perdida nos enseñaba a Jesús en goticista pose, oculto durante siglos bajo las vestiduras de gala que le cubrían a Él y a su Madre, girado en su entronización hacia el pecho de la Señora, el imaginero Navas Parejo imprimió un ligero quiebro al torso del Divino Redentor, quien vemos como sufre, por los quebrantos causados por sus atributos de orfebrería, un tosco "trasquilón" (dicho sea con todos los respetos debidos a la Imagen de nuestro Salvador) sobre el mechón frontal de sus cabellos. Los trabajos de restauración llevados a cabo por restauradores precisan que éste sea el protocolo adecuado en las intervenciones.

En todo caso, uno se resiste a pensar si para el maestro imaginero Maese Navas Parejo no hubiera llegado a ser de su agrado la "recuperación" artística de este daño sufrido por la Imagen de Cristo.

Como consideración principal, hemos de incidir de nuevo en el hecho de que el Divino Infante no ha de ser mostrado en este tipo de ilustraciones, sino revestido de su túnica y coronado con su presea áurea.


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