ACTO DE PRESENTACIÓN DE LA VERBENA POPULAR DEL BARRIO DE SAN BARTOLOMÉ - LAS VISTILLAS
ANDÚJAR, 22 DE AGOSTO DE 2025
JARDINES DE LAS VISTILLAS
Siempre hemos sentido la necesidad de celebrar los momentos de tranquilidad junto a la familia, las amistades sinceras y el paisanaje con el que compartimos existencia en cada resquicio de paz que nos permite el trajín del día a día. Nuestra Andújar encierra cierta equilibrada conjunción de factores que propician esta virtud existencial de buscar la Belleza.
Desde muy antiguo, las ciudades a las que hemos ido dando forma y rango de morada se han ordenado de forma sectorial, respondiendo a funciones profesionales, religiosas o asistenciales que agrupaban a su población en barrios y demarcaciones regidas por colectivos bien organizados, ya fuera en la forma de gremios, cofradías o compañías. Estas asociaciones solían estar bajo la protección de un santo patrón o patrona, en cuya fiesta, los vecinos de su collación gustaban de reunirse para la celebración de verbenas populares, cuyos actos lúdicos tomaban plazas, altozanos, calles y callejas para disfrutar del encuentro festivo y distendido entre vecinos y visitantes, en la forma de celebraciones de índole religiosa, comercial y cultural.
¡Imaginad la copiosa nómina de celebraciones de este tipo que se producirían en nuestra ciudad de Andújar, en el corazón de cada uno de sus barrios y arrabales, a los que los oficios desempeñados por los vecinos y vecinas que los habitaban llenaban de bulliciosa actividad!
Vamos a centrarnos, en esta noche, en la celebración en honor a San Bartolomé a la que nos invita su comunidad parroquial y su barrio, con una programación de actividades religiosas y culturales desarrolladas tanto por la Asociación Vecinal "San Bartolomé - Las Vistillas" como por la juventud cofrade de la ciudad, que se ha congregado para formar un Grupo Parroquial en torno al ejemplo de fe y compromiso recibidos del santo Apóstol San Bartolomé, venerado en la Parroquia que da nombre a este secular Arrabal Mayor de Andújar, dedicada al Santo Protector de los trabajadores del cuero y de los pastores, entre otros oficios ligados al trabajo de la piel o a las labores del desuello, de los que este Apóstol ejerce su patronazgo, dado el martirio por él padecido (no olvidemos que fue desollado a cuchillo, símbolo que es su atributo iconográfico).
Nuestra juventud ha creado un próspero grupo parroquial que ha asumido, en pocos años, la condición (¡prácticamente!) de una nueva "cofradía gremial", si tenemos en cuenta la pasión que inunda el ser de cuantos costaleros se congregan en torno a la figura del Santo Patrón del barrio, escultura debida al imaginero don Abraham Ceada.
En el libro "Ecclesia de Eucharistia", publicado en el año 2005 por nuestra Parroquia con motivo de la Exposición creada por su comunidad parroquial en el Año Santo de la Eucaristía, el historiador andujareño don Maudilio Moreno Almenara nos habla de la existencia, desde finales del siglo XVI, de una cofradía dedicada al santo Apóstol y mártir, con sede en esta iglesia.
Como os decía, cada celebración popular en torno al santo patrón de un gremio, una feligresía o un barrio siempre ha llevado consigo las más diversas actividades que enfatizaban el intercambio, la compra y venta de mercancías y productos manufacturados, el encuentro, la celebración festiva en torno a una buena mesa con la degustación de buenos caldos que relajaran la dureza de aquellos recios trabajos manuales, con horarios que ahora no somos capaces de imaginar, porque eran años en los que se vivía trabajando y tratando de subsistir en el empeño.
Don Manuel Barea Collado nos señala en su libro "Pasión y Gloria en Andújar" la importancia que llegó a alcanzar la celebración de una concurrida y bien nutrida tómbola entre el conjunto de las demás celebraciones de esta verbena iliturgitana allá por las primeras décadas de la centuria del XIX. Esta misma actividad, tan ligada al folklore popular de las fiestas de barrio españolas, fue la que pudimos recuperar durante la Verbena del Verano de 2003 en honor a San Bartolomé en la que pude participar desde su organización, ligada a la comunidad parroquial del barrio. Aprendí muchísimo de aquellas personas que fueron capaces de motivar e incentivar la participación de un numeroso colectivo de feligreses y vecinos, animándoles tanto en la donación de objetos (algunos de un profundo valor sentimental) como tomando parte de la tómbola benéfica para la que fueron ofrecidos y cuyos beneficios fueron donados para las labores de conservación de nuestra bellísima iglesia.
De la obra citada de nuestro docto vecino, don Manuel Barea, leemos también el dato de que el sacerdote don Pablo Palomino (recordado párroco impulsor de tantas actuaciones que han dejado profundo sello en la vida cristiana de la feligresía) vendría a recuperar tan popular verbena al término de la contienda civil, en el año 1943, celebrándose la misma en la Corredera de San Bartolomé y en la calle Encarnación.
Sería durante el último tercio del pasado siglo XX, en torno a la década de los años ochenta, cuando se haría cargo de la organización de esta verbena la cofradía que venera a quien considero es la sublime Señora, Guardesa y Protectora de este barrio: Nuestra Señora de la Soledad.
Quiero aprovechar este momento para solicitar que la calle que lleva su nombre (y que nace del Altozano de la Victoria, en memoria del convento de frailes Mínimos que vio nacer a su cofradía) sea rotulada con su nombre completo: CALLE DE NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD (ahora solo podemos leer: "calle soledad") ubicándose el azulejo de rigor al completo; es decir, que contenga, además de la nomenclatura, el escudo de la ciudad.
Porque en la historia religiosa que marca el devenir, la cultura y el propio callejero de este barrio, Nuestra Señora de la Soledad ha sido, es y será la Figura Maternal, el modelo, el orgullo y las más bella seña de identidad de este espacio ciudadano.
El arroyo Mestanza siempre ha sido frontera natural para esta collación vecinal. Primero, demarcó la frontera meridional para el nacimiento del propio arrabal, que surgiría desde el castillo, tomando como linde la margen derecha del arroyo, que corría a lo largo de las calles San Francisco y Tiradores; Su límite septentrional llegaría, prácticamente, hasta la ermita de San Mancio, conteniendo en toda esta vasta extensión toda la fertilidad de las tierras bañadas por los torrentes que buscaban el meandro del Guadalquivir, la extensa superficie de pasto de la dehesa y las primeras estribaciones de la soberbia Sierra Morena, para la que nuestra ciudad de Andújar supone la Puerta de Andalucía y un vergel de acogida para tantos peregrinos que buscan la santidad del paraje donde vive nuestra Santísima Virgen de la Cabeza, al tiempo que encuentran la salud y el sosiego que nos ofrecen nuestros parajes naturales.
Y si Andújar es la Puerta de esta Andalucía de luz, este barrio suyo de San Bartolomé es la Puerta grande para nuestra Sierra de Andújar, desde aquel dulce reducto donde dejamos anudados nuestros pesares entre el barrotaje de la reja del "Cuadro de la Virgen", donde comienzan algunas de las vivencias más felices de las que tenemos memoria los hijos e hijas de Andújar así como los peregrinos hacia el sagrado Santuario de la Virgen que inician allí su travesía a lo largo del centenario Camino Viejo de Andújar; Historias de fe que resuenan como notas llenas de vida y de esperanza, según nuestra manera de ser, cada vez que abrimos la faltriquera de nuestros recuerdos.
Pero retomemos la condición fronteriza del arcano Mestanza, sobre cuyo lecho seco y oculto se alza mi casa. Este arroyo se ha convertido ahora en una frontera oculta para el barrio, propiciado este hecho por la canalización y redirección de su cauce desde el confín Nororiental de la ciudad que marcan los barrios Montañés y de la UVA. Es curioso como aquel histórico caudal que situó junto a él tantas industrias locales que necesitaban de sus aguas, delimitando y dando significado a otros barrios, sea ahora una frontera cubierta bajo la Pontanilla que os separe de una de vuestras mayores fuentes de riqueza: la dehesa en las faldas de nuestra Sierra Morena, con toda su actividad ganadera y colmenera, y con la presencia de aquel famoso barrero, muestra de la riqueza de estos barros que darían fama, tan merecida, a la producción alfarera de nuestra ciudad por su porosidad y por el magnífico trabajo realizado por los alfareros en su hechura y cocción.
Y si todo esto por poco se tuviera, este barrio, grande y trabajador (que conserva aún alguna que otra serviguera ante sus zaguanes y macetas siempre relucientes en sus patios) cuenta con esa corona de flores asentada entre los cauces del Tamujoso, el Mestanza y el Jándula y guardada por la Virgen del Campo, que no es otra sino la entidad local de La Ropera.
El agua os otorga su protección y sus bendiciones como otrora lo hizo la Compañía de Ballesteros de San Sebastián, milicia que guardaba y protegía la parte septentrional de la ciudad, especialmente al ganado del asalto de las especies salvajes que poblaron nuestra Serranía. Estos ballesteros rendían culto a su santo protector, San Sebastián, primero en la ermita que llevaba su nombre y después en la ermita del Buen Suceso, capilla situada en el corazón de la calle Ancha de este Arrabal Mayor de San Bartolomé.
De aquel noble abolengo que reportó la fundación de la parroquia de San Bartolomé, llevada a cabo por la Orden de Calatrava (como nos recuerdan sendas cruces flordeliseadas, propias de esta Orden de Caballería, que aparecen bajo los modillones de arranque del arco que cobija el dintel de la puerta occidental de la iglesia), la historia ha querido mantener huella y recuerdo a través de las bellas casas alzadas en la Corredera de San Bartolomé por familias que vieron prosperar sus negocios y disfrutaron de la productividad de sus tierras y haciendas.
¡Ya veis que tiene de todo este barrio!
Para mí, conserva además significados muy profundos, pues en su calle Villegas vivió mi familia paterna, siendo mi padre, Luis Almansa Fuentes, uno de los aprendices de la carpintería que en esta feligresía regentó el maestro ebanista, don Fernando Minaya.
Igualmente, en la bella y luminosa calle Colladas habitó la familia de mi suegra, los Ibáñez Gómez, que tan fértil vida de proximidad disfrutaron, durante aquel tiempo, junto a la familia Barea Collado.
Este paseo de las Vistillas es una de las más originales y beneficiosas creaciones urbanísticas que ha podido sentir en su piel nuestra ciudad. La vista que nos otorga de la vega de nuestro Guadalquivir nos habla tanto de sus bondades como de la rudeza de sus momentos de furia, cuando el agua recupera lo que, de antaño, fue suyo. Este frescor, este buen aire que se respira y se siente en cada poro de piel, esta ensoñadora recreación de veladas vividas por nuestros mayores la comprendemos perfectamente en este día en el que comenzamos la celebración de nuestra Verbena popular en honor a San Bartolomé y durante la que este tiempo irredento que venimos sufriendo nos ha concedido tan fabulosa tregua para disfrutar de la brisa proverbial y del frescor durante las horas nocturnas del que siempre hizo y hará gala nuestro jardín-mirador de Las Vistillas.
De este sin par rincón para el ocio y el descanso también guardo entrañables recuerdos familiares. Así, mi madre siempre nos habló de como, al llegar los meses del estío, mi abuelo José González traía a toda su familia, con la cesta de las viandas bien repleta, para disfrutar de los conciertos que aquí ofrecía, para sus conciudadanos, nuestra Banda Municipal de Música de Andújar.
De mis memorias como padre, conservo las incontables ocasiones en las que he acudido a esta zona de juegos infantiles con mi hijo, que siempre expresó su preferencia por aquel recordado "tobogán tapao” que aquí se encontraba.
Nuestra puerta de entrada al barrio será siempre la recordada (¡la inolvidable!) tienda de ultramarinos de Emilio. ¡Qué enriquecedoras horas de conversación cofrade las que vivimos con maese Emilio García! Él, con su bata de trabajo puesta, apoyado junto a la hoja batiente que daba paso al interior del mostrador, junto a la cuchilla con la que cortaba esos magníficos y suculentos bacalaos; nosotros, reservando los billetes para cada viaje a Sevilla organizado por nuestra hermandad y hablando sobre cuanto teníamos planeado ver en la ciudad hermana.
He de indicar al llegar a este punto que, gracias a la familia Martínez Pulido que me acogió como uno de los suyos, el corazón de este barrio, para mí, será siempre el Hostal LA ESPAÑOLA. Su recuerdo nace de la bonhomía de maese Antonio Martínez, de la generosidad inagotable del más sublime ser humano, maesa Maruja Pulido (que me trató desde niño como a un hijo), y del eterno tesoro de la amistad de mi hermano de infancia, maese Mario Martínez Pulido.
Y el alma del barrio brota del Sagrario que cobija a CRISTO EUCARISTÍA en ese bellísimo joyel que es la iglesia de San Bartolomé Apóstol de nuestra Andújar, desde donde surge la voluntad de hacer el bien y de transmitir el Evangelio por parte de su comunidad cristiana, siempre viva y activa.
Es lógico, natural... ¡y hasta obligado, si me permitís la consideración!, que este barrio con tan profundas raíces para nuestra identidad trabajadora y emprendedora andujareña, que reúne espacios tan bellos y singulares y que guarda y tiene a gala tan desbordante huella histórica, celebre, en la plenitud de sus significados, las fiestas de su Patrón y guardés, el glorioso Apóstol San Bartolomé, y que otorgue a toda la ciudadanía y a cuantos visitantes lleguen a él en estas fechas, esta muestra de alegría, de saber compartir, de disfrutar de la calidad personal de sus pobladores y les brinde a todos tamaña muestra de respeto a las tradiciones, a los viejos oficios, al arte de antes y de ahora, a la música, al baile, al juego, al coloquio y a la felicidad.
¡Vecinos y vecinas, gracias, en nombre de toda nuestra ciudadanía, por seguir brindándonos vuestra cálida acogida y por hacernos partícipes, a través de la celebración de estas tradicionales y magníficas celebraciones, de la belleza, la bonanza, la bonhomía, el Arte y la genialidad que contiene vuestro barrio de San Bartolomé Apóstol, de Andújar!