martes, 19 de julio de 2016

LA LUNA EMBARCADA

“Salve, Estrella de los mares, en tus imbornales se prende la primera luz de un Poniente que sólo sabe del oleaje de verdes olivares polvorientos.
Salve, luz del mundo, Virgen purísima, Dama de un pueblo de alfareros que lanza al Guadalquivir visillos de encaje para no atrapar nunca las estrellas que visten tu saya.
Salve, primera palabra que aprendí junto a mis hermanos, cuando nuestra infancia aún se ataba los cabetes de su conciencia, en el zaguán de la vieja casa familiar de la Corredera, con su patio, su pozo y su jazmín, un cubo de cal apoyado en la “serviguera” y aquel recio portón de madera “claveteá”.
Salve, Esposa de Dios, a quien la luz del Espíritu Santo le fue presentada de labios de un arcángel, en aquel divino encuentro entre azucenas blancas.
Salve, puntal de una vida de incertidumbres, espejo de una promesa pronunciada ante ti, no lejos de donde muere este Guadalquivir que nos guarda, en el mes de agosto pasado, entre marismas y casas encaladas.
Salve, altar construido entre sueños, amor que llegó a mí junto al mar hace ahora diez años; mar interior de mi Vida, ya para siempre en calma.
Salve, Madre y Señora del Carmen, Salve, Virgen de montes y cañadas, Salve, Mujer perfecta, Madre del Salvador, Marinera de aguas santas, vestida del color del trigo y del centeno.
¡Dios te salve, Madre de Dios, Madre de nuestros amores eternos, Dios te salve, Señora del Carmen, llena eres de gracia!”

- Del Pregón para la Santísima Virgen del Carmen y su Cofradía de la Parroquia de Santiago Apóstol, que tuve el honor de redactar y pronunciar en la vieja iglesia de Santa Marina, de Andújar, en la atardecida del 7 de julio del año 2006.


¡Si te cautivan a fuerza de bellos momentos,… serás un cautivo eterno!
Tu andar, Madre, siempre elegante gracias a tu cuadrilla de paladines del costal y la mecida, siguiendo ese compás del dos por cuatro de tus sones alfareros.
Tu mirada, Señora, siempre fija en cada alma, avivando rescoldos de una fe que nunca perece, aunque no se le eche cuentas a cada momento.
Tu brazo, Reina de Cielos y Tierra, cual trabajadera de seda y oro donde nos muestras al Hijo de Dios en su realeza.
Tu capa blanca de pureza y sencilla dulzura, ahuyentando miedos y espantando dudas y requiebros.
Pues fue así que un solo barrio se te quedó pequeño y quiso la Providencia Divina guiar los sueños de tus cofrades para que te vinieras por un año al confín septentrional de esta ciudad de jazmín y jara para revocar soledades en ese otro Barrio que edificó su iglesia a impulsos de tu mirada de Reina de la Sierra, y que ya necesitaba de colgaduras y “petalás”, de vítores y compás de marchas para tu andar costalero, de ministriles de simiente andujareña y chisporroteo de cera, de elegante mantilla española y de escapularios convertidos en sacra vestidura en estas tardes cofradieras.

  
Fotografía: Macarena Expósito Boil

A los balcones se asomaron, entre lágrimas, estas madres y abuelas que no conocían del paso de tu Belleza contemplada desde el alféizar de sus casas; y lloraron con esa alegría auténtica que despierta tu andar sobre esa barquita costalera que te lleva por las calles iliturgitanas.
Julio guarda el candor de tu dulcísimo nacimiento en el convento Carmelita de San José, donde dejaste huella imborrable, con tu calle y tu altozano que aún colman de bendiciones el esquilmado centro ciudadano; Tu Novena de jazmín en Santa Marina y tu andar, entre una candelería de forja y cera iliturgitana, son también parte de este Rosario de memorias que se condensan en tu blanco estandarte, donde se unen las dos cofradías andujareñas que a ti, Virgen del Carmen, te proclaman y veneran como Sagrada Titular de sus necesidades.
En estas canículas del Año de la Misericordia, te tuvimos junto a nosotros en Cristo Rey… ¡y nos cautivaste en cada salve!
Llevamos junto a Ti a nuestros pequeños, a nuestros mayores y a nuestros enfermos, y Tú rogaste a tu Divino Hijo para que los ungiera y diera su bendición durante toda su vida en esta Tierra sobre la que alzaste tu Casa.
Te quisimos conquistar para nuestra iglesia, pero Tú tenías que volver a tu puerto de Salvación para las almas que, junto a tu Belleza, en Santiago, aún celebran la Eucaristía sagrada.

Fotografía: Beatriz Navarro López

¡Y así llegó el día de tu Fiesta y la tarde sabatina costalera, que se hizo arrebol de flor y pabilo de cera, de costal y mantilla, de estandarte pardo Carmelita mostrando la Cruz entre estrellas de argenta!
Volviste a tu orilla para que el Sol te siga besando en cada atardecida y quedaron las calles de Cristo Rey perfumadas por el fragor de los pétalos que rozaron tu rostro en la despedida.
Y andó tu gente, siempre ganando terreno para que tu bendito pie lo huelle,  para que tu capa bese los costados del hábito de San Elías, para que tu escapulario atrape las plegarias que por ti florecen.
Volvías a la Casa que te recibió en Andújar, que te tiene y te contiene junto al Sagrario siempre rebosante de Cristo, mientras yo seguía tus pasos por las postrimerías de mi barrio, para quedarme acurrucado frente a la ciega portada del convento Concepcionista. Allí me asaeteó el rezo de las Madres Trinitarias que descendía por la escalera de bronce que tañían sus campanas y por las velas albas de su vida consagrada, arrebolada entre la forja de su milagrosa celosía.
Me dejé el alma en una Salve y lloré pidiéndote por mi madre, rezándote para darte gracias por concederme un amor y un ejemplo tan inigualable en mi vida. Apreté su mano entre las mías, intentado salvar, con la imaginación, aquella distancia que nos separaba sobre la piel de la calle Ollerías; y pedí lo mismo que pidió mi hijo Manuel durante tu Besamano en la Víspera: ¡te pedí por ella,… y allí, ante las Madres que me enseñaron a rezar, volví a consagrarte mi vida!; ¡que Tú seas por siempre el rumbo preciso que marque la bitácora de mis días!

Fotografía tomada gracias a la gentileza de
maese Pedro José Herrera Guerrero

¡Grandes cofrades caminan siempre a tu lado! ¡Hombres y mujeres de bien, acompañándote y haciendo claro el significado que contiene toda procesión letífica junto a la Madre de Dios y nuestra, gloriosa y bendita!
Muchísimas gracias, maese Pedro José Herrera Guerrero, pues esta memoria de la presencia de Nuestra Señora del Carmen ante el convento de la Purísima no podría existir sin tu gentileza.
Gracias también a mis hermanas en la Vera-Cruz andujareña, Beatriz Navarro y Macarena Expósito, pues vuestras fotografías atraparon la belleza de la Virgen Reina por las calles de mi barrio.
Muchísimas gracias a toda la Junta de Gobierno del Grupo Parroquial de la Virgen del Carmen de Santiago, al cortejo litúrgico de turibularios y ceroferarios con su pertiguero al frente, al capataz y a su cuadrilla costalera, a las piadosas almas que no dejaron sola a la Santísima Virgen ni por un instante, a don Manuel Rus, párroco de Cristo Rey y hombre de bien hacer, a Carmen, la flamante hermana mayor, y a toda su familia, siempre junto a la Señora con la piel de azahares, pues gozarán de los magnos momentos que ha de contener para ellos este año en ciernes; Y a maese José Luis Serrano Molina, eterno corazón soñador y palpitante: ¡gracias amigo, por este bendito desatino Carmelita que anima tu vida!
Gracias por cada imagen que habéis creado para la memoria de la familia cristiana de Cristo Rey, para el corazón del Barrio donde he pasado dos tercios de mi vida, ¡y para el ser cofrade que, al llegar el mes de Julio, se hace plegaria de jazmín para la Virgen Niña de La Lagunilla!


¡VIVA LA REINA DEL MONTE CARMELO!
¡VIVA LA PURÍSIMA ESTRELLA DE LOS MARES!
¡VIVA LA VIRGEN DEL CARMEN!

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