¡GUÁRDALO SIEMPRE, MADRE MÍA!

¡Lo tengo todo! Bien sabéis que no necesito más. Hay mucha gente que necesita para su día a día un poco de pan que llevarse a la boca. Yo, para mí, no quiero más que ser capaz, junto a mi esposa y mi familia, de transmitir el valor preciso de esta vida a nuestro Manuel: que no estamos solos, que quienes nos rodean, familia, amigos y compañeros,... sientan siempre que nos tienen a su lado.

Para enseñar a Manuel ese orden moral hemos querido que sienta junto a él a sus hermanos y hermanas. Como capillica que soy, lo hemos querido llevar a una dimensión familiar que siento como un auténtico paradigma de lo que antes os decía.

Bien es verdad que no hay dos capillicas iguales (así dicho, con la esencia de nuestro Jaén, porque el capillica de nuestra tierra está acostumbrado a convertir sueños en realidad con muy poquitos medios,... ¡pero con muchísimas ideas!). Esa que es nuestra riqueza, también, a veces, se enturbia por decir sin haber hablado antes, o por hablar sin detenerse a pensar lo que se dice, o por tantas situaciones que se convierten en hechos o demasiado grandes o demasiado pequeños. Pero, a pesar de los posibles pesares, ¡NO HAY NADA COMO LAS COFRADÍAS PARA COMPARTIR LA VIDA!

Padre mío Nazareno, Madre del Cielo y Reina desde tu Sierra, cuidad siempre de él; que sea un buen hombre, una personal cabal y que nunca permita que le falte nada a quien esté a su lado. ¿Qué puedo pedir más? Salud, serenidad, fe y confianza en los demás.

¡Buenos padrinos tuvo el pequeño para este día abrileño! ¡Y encima, Ella bajó desde su Basílica hasta Andújar para recibir a sus hijos de Hermandad y para traer a Santa María las mismas puertas de su Cielo.