El contraposto de la Madre bendita muestra el peso del Niño sobre sus brazos y rompe el hieratismo románico; la sonrisa iluminada en ambas caras abre otro puntal para la pasión futura de las generaciones cofradieras; la caricia del pequeño contiene en sí todas las palabras posibles; la calma que transmite la mano de la Virgen sobre el corazón de la Vida nacida de sus entrañas; la belleza sublime, más alta aún que la vertiginosa altura del canon goticista... ¡la verdad absoluta!
Virgen Blanca (siglo XIII). Coro de la Catedral de Toledo.
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