Concilia
su sueño la noche sobre Andújar recorriendo su Casco Antiguo, y recupera el
andar insomne del cofrade, que gusta de ver la Luna lamentar la pérdida del suave
perfil del templo de Santiago.
Este tránsito,
de cirio bajo y cuadrilla costalera de Providencia, recorre los altozanos
palaciegos para recalar junto a la puerta de San Pedro de la Iglesia Mayor de Santa María, en una guardia de honor, de juncia y mayorazgo sacramental, sintiendo frente por frente el Sagrario, donde la Madre y Reina
aguarda el tesón de todo un pueblo para recuperar su perdida imaginería.
¡Difícil labor ésta, en un tiempo de pocos respaldos y exiguos medios!
La
ensoñación que hoy traigo a este “De escuadras…” de Invierno tuvo lugar en la
capilla de los Reinoso, cuando se congregaron, en la manera que os muestro, tres
de las obras de arte más valiosas y delicadas que dan lustre a nuestra ciudad. Así, la letanía con la que el caballero de Arpino rodea a María Inmaculada, compartió oración con Nuestro Padre Jesús atado a la Columna, efigie con una atribución dictada por
Domínguez Cubero hacia las gubias de Jacobo Florentino, y la Dolorosa que con Él
compartiera templo en pasadas centurias y a la cuál, Rafael Frías documentó como obra
del escultor jiennense Manuel Ramos.
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