viernes, 14 de febrero de 2014

POR SAN BLAS


Tiempo de cigüeñas, días de fiesta antigua y esencial para las gentes de la comarca del Guadalquivir. Tiempo de vuelta a la raiz, días de frío y celebración de la vida que volverá a surgir en apenas dos lunas más.

Cazalilla celebró la fiesta de San Blas, volvieron a arrojar desde la torre de su parroquia su amuleto para toda una villa, pasearon por sus calles al patrón, le rindieron culto entre las cuidadas paredes de su Iglesia mayor y festejaron, en definitiva, su condición de andaluces, ¡eso sí!, unos andaluces adelantados a las fiestas más lógicas que reclama nuestra tierra!



Desde su torreón árabe del siglo X, germen sobre el que gira el nacimiento de su pueblo, esta población recibía a sus vecinos más próximos un año más, con el consabido freno que acarrea el que el 3 de febrero se correspondiera en este año 2014 con el lunes.







Una Dolorosa, con cierto aire a los trabajos imagineros del Taller de los Astorga, recibía este tiempo de la Presentación del Divino Infante con galas albas y con dejes castellanos en su porte.


San Blas bendecía a la población, un año más, y se hacía eco de la condición de ser pueblo humilde, en plena campaña de la aceituna, que se detiene por unas horas para mirar hacia sus mayores, para montar a los más pequeños en los cacharros y para endulzar entre espirituosos una media jornada de descanso en el laboreo agrícola.


Y siempre en su norte, como eje rector para toda la Andalucía oriental y Castilla del Sur, principalmente, Nuestra Madre y Señora, María Santísima de la Cabeza, aguardando primavera entre un azul cielo y un blanco pureza primordial.

Cazalilla, el primer compás del tiempo de la Pascua. Las eternas vísperas donde primero se detienen es en esta villa de campanario y capilla de la Cruz, donde recala la Luna en sus primeras noches de vigilia.


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