Ser Patrimonio de la Humanidad conlleva que la humanidad que puebla la propia Ciudad que recibe tal distinción brote por todos los poros del espacio callejero.
Úbeda lo ha logrado, porque a alguien se le ha ocurrido convertirla en página lígnea de su propia literatura. Expresión rotunda de la realidad deseada para la urbe de piedra grabada y, ahora, por fin, maderas escritas.
Si no recuerdo mal, fue en la calle Montiel donde nos detuvimos a leer esta medicina para el hastío. No todo permanece siempre igual. No todos hacemos lo mismo.
¡Habrá que seguir leyendo!
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