viernes, 4 de mayo de 2012

LA BUENA MUERTE


Cristo yace junto al Altar donde es inmolado a la espera de ser llevado hasta el Sepulcro por sus cofrades, que rememoran así, un año más, el supremo dolor de este Entierro, Santo e irrepetible.

La Venerable Hermandad del Santo Sepulcro marca las horas más luctuosas del Viernes Santo andujareño. La efigie de Dios, muerto y abandonado, atenaza el pulso del viejo barrio palaciego. Silencio en la voz de bronce de las campanas sobre su torre parroquial. ¡Qué bien le vendría a este fúnebre cortejo la inconfundible sequedad del sonido de la carraca antecediendo su caminar! Resulta chocante, para quienes nos criamos en las décadas de los 70 y los 80, escuchar el tañido de la campana en la jornada del Viernes Santo iliturgitano.


Liberado de las apreturas de su urna, la muerte del Nazareno es mostrada, tanto en Cultos internos como externos, en todo su cromatismo. Así lo ha decidido su Hermandad. Y esta elección nos permite a los cofrades conocer, algo mejor, la piel de Cristo Yacente. Francisco Palma Burgos contempla la Buena Muerte de Dios durante una época de ingente trabajo creador. Lo hace con limitaciones impuestas y trabajando fuera de su taller. Pero, en sus gubias, el dibujo de la Redención se nos muestra, en toda su crudeza, con un acertado Clasicismo.



Y ahora, junto a Él, la verdad revelada es mostrada a través de estas cuatro nuevas obras de arte, que elevan la calidad del patrimonio cofrade andujareño un escalón más.





Para este año 2012, el catafalco procesional de la Cofradía del Santo Sepulcro sobre el que procesiona Cristo Yacente ha venido a ser completado en su catequesis por los bustos policromados de los cuatro Evangelistas. 

Quiero pediros disculpas por la falta de calidad de las fotografías, tomadas en la penumbra que acompaña a la Liturgia del Viernes Santo, tras la veneración de la Cruz. Os invito a que contempléis este sublime trabajo escultórico, en todo su esplendor, visitando la página de sus autores, los escultores imagineros Juan Francisco y Santiago Expósito Cortés:

http://www.expositocortes.com/Evangelistas_SantoSepulcro.htm

La Cofradía del Santo Sepulcro, una vez más, nos ha dado muestras del arte que cosecha nuestra ciudad poniendo su confianza en artistas andujareños.


No puedo evitar, ante esta fotografía, pensar en lo que hubiera supuesto la recuperación de las capas para el hábito de los cofrades del Santo Sepulcro. Hermoso significado el que la Hermandad aplica a los puños de encaje y al ribete blanco que perfila la muceta de su antifaz; ¡pero no hay nada como el negro para una Cofradía de negro!



Con tres cofradías realizando su Estación penitencial, en la jornada del Viernes Santo, desde el templo de San Bartolomé, la situación de los Altares de Insignias propios a cada una de ellas viene sufriendo, con el paso de los años, ciertos cambios de ubicación. En la Semana Santa de 2012, la Cofradía del Santo Sepulcro estableció el suyo en la capilla del Baptisterio.


Pude disfrutar de la explicación sobre el significado del cortejo de la Hermandad del Santo Entierro del recordado Convento de la Victoria, de Padre Mínimos, durante uno de los programas del "De escuadras a tramos" radiofónico, a través del magisterio de Don Luis y lo sigo disfrutando cada vez que la hermandad se hace cofradía en nuestras calles.


Pero, llegado que hemos a este punto, he de confesar mis duelos y mis quebrantos cuando me encuentro ante alguna de sus insignias y de las escoltas que las acompañan. Ya os hablaba del anhelo por escuchar en nuestra ciudad el quejido de las matracas formando parte de este cortejo. Las bocinas son también elemento muy particular y antiguo en nuestras cofradías, pero, en tamaños tan reducidos, su lamento no resulta todo lo "sobrecogedor" que fuera de desear.

Si lo es, en cambio, la percusión sobre el tamblor destemplado que antecede el paso de la Cofradía o el golpeteo de la guizca, marcando siempre el izquierdo para los anderos que llevan las andas de la Santa Cruz. Piel percutida y metal sobre los adoquines: sonidos de Viernes Santo y Vigilia. 


En un principio, yo fui uno de los que no vio con malos ojos la recuperación de la soldadesca romana para nuestra Semana Santa. He de confesar aquí que mis preferencias por estos servidores de las Legiones de Tiberio está más próxima al concepto de los Imperios romanos cordobeses o al de las viejas legiones con sus mantos bordados en oro y luciendo celadas renacentistas junto a espadas toledanas. Bien es cierto que estas legiones de las que os hablo forman parte de la esencia de los pueblos que las han sabido conservar y que resultarían totalmente anacrónicas y faltas de contenido en nuestra ciudad.

En su lugar, la recuperada por la hermandad andujareña viene a beber de las fuentes historicistas, muy presentes en la costa levantina española. ¡Demasiado blanca la coraza y las grebas del centurión, para mi gusto!

Sobre su ubicación, precediendo a la Cruz de guía, confieso que echo en falta un palio negro de respeto tras las andas del Santísimo Cristo Yacente, siendo éste el lugar de la guardia romana, que marcharía vencida tras las huellas de Aquel a quien traspasó la lanza de Longinos.


En cuanto a la Cruz de guía y su escolta de ciriales y dalmáticas, confieso mi fidelidad a una escuela que reserva estos elementos ceroferarios para escoltar a cruces alzadas, si las hubiera (caso que apreciamos en esta Cofradía).

En cuanto al tema de las dalmáticas llevadas por cofrades nazarenos, he de decir, en atención al servicio litúrgico que todavía ejercen estos ternos en nuestra Iglesia Católica como vestidura del Diaconado, que prefiero su empleo sobre alba blanca o sobre sotana y alba con puños y bajos con encajes, dado el caso.

En mi opinión, para la escolta de la Cruz de Guía, aunque la Cofradía cuenta con tres juegos de faroles, hay que indicar que dos de ellos están reservados, y de manera muy adecuada, para la custodia de los gallardetes de sus escuadras, siendo el juego restante de muy pequeñas dimensiones. Contemplado este caso, poseé la Cofradía cuatro varas, con el escudo de la Cruz Ierosolimitana, rematadas en sendas tulipas, las cuáles, bien podrían servir como adecuadísima escolta de luz para tan bella Cruz de Guía.

Esto, por supuesto, son soliloquios mios, de esos a los que me muestro tan proclive, como ya os habréis dado cuenta.





Aquí tenéis las tulipas de las que os hablaba escoltando a la Cruz alzada vestida de manguilla. Las otras dos figuran tras Cristo Yacente en recuerdo de aquellas que portaban, en dicho lugar, los relevos de sus andas.




En la presidencia de la Cofradía, formada por tres miembros de la Junta portando un farol, el Libro de Estatutos y la caja de cuentas, figuraba una representación de la Cofradía de Ntra. Sra. de la Victoria en su Soledad.


Me ocurre otro tanto con el servicio del incensario: soy más partidario de que sean portados por acólitos revestidos de ternos litúrgicos. Esto no es motivo de que los cofrades rompan su anonimato, sino una forma de cumplir con una función propia de este cuerpo litúrgico.