El final de este bloque de entradas pretende ser un homenaje a la ilusión, a la regia humildad de una Cofradía que rinde la fe de toda una población en homenaje, honor y devoción de la Imagen de Cristo, Nazareno y Crucificado, pidiendo siempre la protección y la mediación de Nuestra Señora de los Dolores.
Desde la Estación Linares-Baeza nos llegó la Dolorosa que tallara el maestro Cerrillo y sobre la que intervinieran los imagineros Antonio Bernal y Francisco Romero.
Nos llegó entre el amor, el abrazo, la cercanía y el más digno y respetuoso de los ternos posibles, la Madre del Cielo que guarda aquella pedanía linarense, que vela por sus hijos e hijas, que lleva ante Dios la oración del trabajo diario.
Era un día único, inolvidable, la jornada de la emoción debida a mostrar a la ciudad hermana como se reza junto al cauce del noble río.
Mi más cordial enhorabuena a esta Cofradía que nos hizo rezar ante la Madre de Dios, portada con toda la sencillez revestida de solemnidad, respeto, amor y elegancia.
No todo está en los bordados. No todo es talla, orfebrería... A toda esa belleza hay que saber unir, en el momento preciso (y nunca se acaba de saber cuál es) la FE de quienes nos acercan la causa de su alegría, de su sentimiento de orgullo, de su sentir de familia cristiana y cofrade.
Enhorabuena a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santísimo Cristo Crucificado y Nuestra Señora de los Dolores, de la Estación Linares-Baeza.
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