Por un lado, está el tesón de los distintos párrocos que han ocupado la cátedra de San Bartolomé en no permitir que vuelva a perderse la memoria de la Festividad del Santo Apóstol como final del tiempo de estío agosteño. Por otro, la memoria de los vecinos del barrio y las ganas de aprovechar las infraestructuras de las que éste dispone. Y, por último, creo que este espacio ciudadano de Andújar conserva algo de ese concepto de barrio, de arrabal de siglos, de corazón que todavía palpita en el ser de este viejo pueblo.
Así nos llegó el día de su Solemnidad y nuestro párroco, Juan Antonio Ortiz González, con ayuda de sus feligreses, alzaba hasta el presbiterio la Imagen del Santo Apóstol, y situaba a sus pies la ofrenda de flores hecha por su barrio, entre la que encontrábamos un ramo ofrecido a su Santo Patrón por la Asociación de vecinos del barrio.
Flor, candelería de los nuevos tiempos y el relicario conteniendo la reliquia del Santo desollado estuvieron presentes junto a San Bartolomé.
Y, en ausencia de una Imagen de Santa Marta a la que venerar en nuestra ciudad, aquí tenemos a nuestro Santo Apóstol encadenando y sojuzgando al demonio. Uno de los dos demonios vencidos que conserva la Imaginería hagiográfica andujareña.
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