Porque así lo determina la Divina Providencia, vamos pasando de esta vida al Padre en tanto que se ve cumplida nuestra misión en esta Tierra. La suma de las almas que pueblan la Gloria del entendimiento es magnífica en la calidad de sus pobladores.
Pues, en esta Víspera inmediada a su Pascua, ha querido el Divino Nazareno reunir junto a su cohorte de artistas a maese Diego Gómez Hernández, artista autodidacta de la fértilísima tierra de Arjonilla.
Poeta, pintor, escultor, esposo, padre, abuelo y fiel cristiano, arjonillero de pro y buena persona por antonomasia y condición. ¡Decidme si el bagaje de una vida puede reunir más altos reconocimientos!
El Arte y la amistad siempre acaban convocándome bajo las bóvedas de la Iglesia de la Encarnación de nuestra villa hermana de Arjonilla, y en esta ocasión, era celebrar el paso a la Gloria del alma de don Diego, padre de un gran hermano de Cofradías que guió mis pasos en la villa de cal, cerámica y aceite hacia ese mismo atril que él ya ha ocupado en tan celebradas y magnas ocasiones, llenándolo de su verbo, de su saber estar, de su amor por sus tradiciones y de la fortaleza de su fe: os hablo de maese Luis Gómez Lara.
Manuel y yo acudimos a la Misa de exequias por el alma del padre de nuestro amigo para reenecontrarnos con aquello que nos hace libres: ver cómo las buenas personas entregan ese alma al servicio de sus semejantes.
Escuchar y participar en la Eucaristía junto a los antiguos respiraderos que bebieron las bendiciones derramadas de la bendita presencia sobre ellos de mi Virgen de las Aguas, y que ahora se ven indundados con la fe de los costaleros de Nuestra Señora de los Dolores, de Arjonilla, es uno de esos dones que la Gracia divina reserva para los cofrades nada más asomar la Primavera por la Villa altiva del Trovador Macías.
Manuel me preguntaba por la presencia del estandarte de Jesús Nazareno en el templo y por el motivo por el que presidía el camino hacia el Camposanto de los restos de don Diego. Yo le hablé de la Fe recibida de los abuelos, de la verdad de ese legado, de cómo una Cofradía ha de tributar este último homenaje a aquellos que fueron sus hermanos, y de que ocurre igual en nuestra Andújar con las Banderas de nuestra Cofradía Matriz de la Santísima Virgen de la Cabeza, que acompañan a los hijos e hijas de Nuestra Reina de la Sierra en su hora postrera, antes de reunirse con Ella y con su Divino Hijo allá, en la Gloria que baña el Jándula celestial.
Después de abrazarnos a Luis y a su familia, plena de bonhomía, de ciencia, de amor por el Arte y de calidad como personas (¡espléndido legado que ha de continuar la huella de don Diego Gómez Hernández en hijos e hijas, nietos y nietas...!), Manuel y yo volvimos para Andújar, no sin antes formular una plegaria ante el viejo oratorio cerrado que tanto nos enamora.... ¡cábalas de capillitas!
Recibe Señor a tu siervo, maese don Diego, en tu Paraíso, y hazle saber que su Arte ha llenado nuestra vida de emoción, respeto y admiración ante sus cualidades como persona y artista.
Que así sea.
Gracias maestro por tan bellas palabras, mi padre está orgulloso y contento de comprobar que su paso por la tierra dejo huella, en nombre de toda mi familia gracias por ellas, por tu acompañamiento, por estar siempre allí donde te necesita alguien, cosas como estas hacen que me sienta reconfortado a la vez que contento, un abrazo. Luís Gómez.
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