miércoles, 11 de febrero de 2015

"PARA SUPERAR Y ANIQUILAR LA MUERTE..."

(El título está tomado de la liturgia hispano-mozárabe)

El recuerdo de lo amado necesita de un conector, un "interruptor" que esté por encima del paso del tiempo.

Al ser querido lo conservamos entre los pliegues de la memoria, en los pasos compartidos que parecen no detenerse nunca, en la vida que se ha entregado. La pérdida del ser, extrañar su tacto, requerir de nuevo el sonido de su voz, agudizar los recuerdos que se cubren de la niebla que conlleva la pervivencia.

Y es que hemos de seguir adelante. La vida continúa y la propia consciencia se preserva del dolor extremo. Los días se han de suceder y las experiencias, emociones y sensaciones deben encontrar su lugar en nuestra existencia.


Lignum Crucis. Iglesia de San Juan de Dios


Lignum Crucis. Cofradía de la Santa Vera-Cruz. Iglesia de San Bartolomé

Pero siempre permanece con nosotros el recuerdo, que utiliza como impulsor -como revulsivo- objetos, retazos, briznas del ser amado, que nos permiten recuperar la experiencia vivida y reconstruir de nuevo aquellos objetivos alcanzados o aquellos proyectos que no pudieron llegar a cumplirse.
Lo decididamente importante, lo vital, ha sido el vehículo utilizado para lograr aquella memoria.


Reliquias de San Eufrasio y Santa Potenciana. Parroquia de San Eufrasio


Relicario conteniendo las reliquias de San Bartolomé, San Ramón y San Sebastián. Iglesia de San Bartolomé

Guarda mi ciudad de Andújar fragmentos de un Amor vivido y  expresado, pleno y significativo. Las huellas de aquellos que amaron sin medida, que creyeron, que cimentaron las dudas con la confianza, que resolvieron en definir la Verdad como un orden moral comprendido, asumido.



Reliquia de San Diego de Alcalá. Cofradía de la Santa Vera-Cruz. Iglesia de San Bartolomé


Reliquia de San Vicente Paúl. Cofradía de la Agonía en el Huerto. Iglesia de la Divina Pastora


Reliquia de la beata Madre Petra de San José.
Comunidad de RR MM de Desamparados. Iglesia de San Juan de Dios

Se muestran en los templos y conventos. Algunas se saben custodiadas en oratorios privados y cenobios, que custodian las reliquias de sus hijos e hijas más preclaros, quienes ya alcanzaron la gloria y son venerados y honrados con el amor que se concibe como respuesta al legado transmitido.
Las reliquias conservadas y las alcanzadas después del trabajo constante de sus gentes son un punto de peregrinación para comprender los motivos, para animar a conocer más, para despertar la necesidad de sentir la cercanía, la confianza y de solventar las dudas que también ellos y ellas sufrieron.
Sentir, rozar, besar, tocar, ver,... son algunas de las realidades tangibles que precisamos, de una u otra forma, para conectar con la persona admirada, con el ser al que se ama, con la vida marcada como ejemplo.
Humildad, sencillez, amor, triunfo, magisterio, cercanía, erudición, sacrificio, alegría, entrega,... todo ello nos llega a través de la contemplación de las reliquias que hasta nosotros llegan.


Reliquia del beato fray Leopoldo de Alpandeire.
Hermandad de la Divina Pastora. Iglesia de la Divina Pastora


Reliquia del beato Juan Pablo II. Iglesia de San Eufrasio
(fotografía de maese Jorge Rodríguez Toribio)


Reliquia de sangre de Su Santidad Pío IX
pontífice que definió por inspiración del Espíritu Santo el Dogma de la Pureza Inmaculada de María desde el primer instante de su Concepción.

Está situada en un orbe bajo el remate del SINELABE de la Cofradía de la Santa Vera-Cruz, de Andújar.

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