jueves, 10 de abril de 2014

QUAE IUXTA CRUCEM IESU CONSTITISTI


Os he hablado ya de la mañana del Sábado Santo de 2013, cuando Cristo Caído bajo la Cruz y alzado a los cielos por gloria y gracia de su Triana, acompañó de vuelta al barrio, entre silencio "quebrao" por bambalinas y salves, a su Madre bendita de Esperanza.

Pero me quedaba por contaros la verdad aprendida aquella misma tarde, entre los nazarenos que daban cuerpo al cortejo de la Soledad de San Lorenzo. 



Promulga su ejemplo de respeto y amor a la vida esta hermandad incluyendo en tres (o cuatro,... ¡no recuerdo bien!) de sus tramos nazarenos, a los hermanos más pequeños de la corporación, que siguen, con paso firme e ilusión soleana, a este guión de Luz y auténtica reivindicación; toda una realidad incuestionable.


Pues, ocurrió en aquella anochecida del Sábado Santo del pasado año que uno de estos pequeños nazarenos solicitaba la atención del fiscal de su tramo por algún tipo de herida o quebranto en el pulgar de su mano derecha. Y para gloria de mis días nazarenos y como rotunda escuela de mi ánimo cofrade, ocurrió que el citado fiscal, sacó de su canastilla una tirita, simuló besar el dedo "herido" del pequeño, acercándolo a su antifaz, y curó al pequeño "penitente", que, lleno de orgullo, dirigió una anónima mirada a quienes contemplábamos la escena. 




¡El instante final no pudo ser más revelador! El fiscal sacó de su canastilla una medallita de la Soledad de San Lorenzo y se la entregó al pequeño, quien nos la mostró orgulloso a quienes aprendíamos aquella catequesis desde la acera.


Mientras el cortejo continuaba  con su silente tesis de fe, de historia, de arte, de tradición y de enseñanza transmitida siglo a siglo, yo no dejaba de maravillarme por esta realidad sublime de nuestras cofradías.

Y es que, ante todas nuestras humanas congojas o insulsas disputas, la Verdad que nos une se nos muestra en los gestos más sencillos que pudiéramos esperar

Dios se hizo hombre para enaltecer nuestra condición, no para que nos limitemos a crear reglas y discursos vanos.

Nos aguardan días de vida y de emoción, de amistad y de recuerdo, de fascinación y de belleza, de luces y sombras, de miedos y de seguridad.

Las vísperas se nos han convertido en buñuelitos de viento que aguardan ya rozar la piel nazarena.

Queridos míos, que estos días os sean gratos y que nos veamos en cada rincón donde Dios nos hable bien a las claras, como siempre lo ha hecho. 

PAZ Y BIEN.















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