Su vestidor nos venía avisando de que buscaba la teatralidad barroca para esta conmemoración dogmática por la que saludamos a la Madre de Dios como preservada de toda mancha de pecado desde el instante mismo de su concepción.
Creo que Óscar soñaba este revuelo de nubes de tul y esos amplios cortinajes, como de cielo abierto, con una cohorte de querubes dándole al espacio un concepto de rompimiento de gloria. La visión de Juan en la isla de Patmos está contemplada casi al detalle (falta el dragón esperando devorar a la Criatura que ha de nacer...). La luna brilla con luz propia y las estrellas que coronan a la Santísima Virgen de la Esperanza, parecen fiel reflejo de la letanía que decora los pedestales de las egregias columnas del retablo de la Señora.
El vestidor ha conseguido seguir los modelos de Pacheco en la composición pictórica: la diagonal de un manto agitado por el viento. La quietud de una Dolorosa de Jueves Santo se doblega aquí ante este tiempo de Gloria para tratar de mostrar líneas de contraposto en el movimiento de la saya, que deja sombras y claros sobre los sencillos bordados fundacionales. El cíngulo nos invita a sentir ese mismo susurro del aire.
La mantilla nos habla de pureza en esta Dolorosa contemplada como llena de todas las Gracias. Podemos aseverar que Óscar ha proclamado la Mediación de María sobre su Cofradía de la Esperanza contemplándola como si de un cuadro de Murillo se tratara.
Aconsejo recorrer estas fotografías con las marchas de Don Manuel Marvizón sonando de fondo:
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