viernes, 19 de noviembre de 2010

DOLORES Y SAN JUAN, DE VERA-CRUZ. ¡LA ESENCIA!


Saya de noche y plata. Fajín de madre ceñido con el broche de una túnica nazarena.


Corona y corazón de plata; y Rosario del Madrinazgo de la Santísima Virgen de la Cabeza marcando la candencia de los Misterios rezados.




Juan, con su terno azul y el adamascado mantolín terciado con empaque andaluz, ¡como está 'mandao'!, sigue llorando por esos hermanos y hermanas Vera-cruceros que en este año nos han dejado.



Rostrillo de encaje, a la usanza antigua andujareña, recortando el perfil perfecto de esta celestial Princesa.

Julio Cachinero, vestidor de María Santísima de los Dolores y San Juan Evangelista, traza con encaje una sutil línea de sueños que nos hacen retornar a viejas usanzas cofradieras. El rostrillo de encaje acaricia el nacar que es la piel de esta Dolorosa Vera-crucera, y las caídas marcan sobre el manto un soñado forro de damasco y armiño, tributo de honor que merece nuestra Reina.

Eco del silencio,
Luna cautiva en un estanque.
amanecer que espera abril,
primer azahar que nace,
causa de la Primavera,
Obra perfecta de Dios Padre,
ejemplo para las azucenas.
Sol invicto, al que seda
y oro ciñen el talle,
Mujer de mirada limpia,
oración que enseña una madre,
orgullo para la Vera-Cruz,
Dueña de la calle el Aire,
princesa de San Bartolomé,
palabra siempre dulce y amable,
Rocío llegado del cielo,
soberana del mundo entero,
Pura y Limpia desde tu primer instante,
“MACVLA NON EST IN TE”
te proclaman los siete arcángeles.

Mediadora de la Gracia que Dios reparte
que, aunque al Cielo subió tu alma,
volviste junto a la Vera-Cruz
para que de flores te coronase
cada vez que cruzas por su calle.

Manantial de toda la belleza,
tu pueblo te reza la Salve,
Virgen Nazarena, llena de arte,
y sueñan con ese Viernes
en que, de nuevo, puedan verte
caminando por tu calle.

Y decirte lo guapísima que eres,
y más si Julio te viste de seda y tisú
para ese Viernes en que Tú
sales a bendecir la tarde,
y la noche te hace un manto azul
y te dice los piropos que mereces
para que tus lágrimas se sequen
y a tus ojos, vuelva la divina luz.

Y porque no hay mujer como Tú,
ruega por nosotros siempre
que no dejaremos de quererte,
¡Mi Dolores de Vera-Cruz!










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